lunes, 19 de diciembre de 2011

Instante


Después de besarme el cuello, metió su mano por debajo de mi falda y apretó mis muslos. Su respiración se hacía más intensa. Yo contenía mis gemidos, los que a penas se hacían perceptibles. Mis ojos, de lasciva mirada deseba que él siguieran tocándome; sin embargo él juego era otro. Él llevaría nuestro deseo al límite, y sólo metería sus dedos dentro de mis bragas, si yo se lo pidiera.
Mis ganas crecían y la humedad de mi sexo era notoria, sin embargo no pedí que me tocara. Me contuve. Él también se contuvo, aún cuando el aroma erótico de mis cachondería lo invadía todo. Apretó su cuerpo al mío; rozó su sexo y noté como estaba erguido y a punto; ¡como tanto me fascina!; mas ninguno de los dos dijo nada.
Volvimos a besarnos. Y nos separamos.



El pasillo de frente a la cocina es lo que tiene. En esta oficina las paredes no hablan; ¡pero lo tuitean todo!

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