
Mis ganas crecían y la humedad de mi sexo era notoria, sin embargo no pedí que me tocara. Me contuve. Él también se contuvo, aún cuando el aroma erótico de mis cachondería lo invadía todo. Apretó su cuerpo al mío; rozó su sexo y noté como estaba erguido y a punto; ¡como tanto me fascina!; mas ninguno de los dos dijo nada.
Volvimos a besarnos. Y nos separamos.
El pasillo de frente a la cocina es lo que tiene. En esta oficina las paredes no hablan; ¡pero lo tuitean todo!
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