miércoles, 14 de diciembre de 2011

Mi vibris querido


Desperté con mi deseo desenfrenado. Pensé en hacer un par de llamadas para pedir "amor a domicilio", pero maldije no tener amantes madrugadores. Mentalmente repasé mi lista de contactos, hasta que concluí que las 7:15 am no es un buen momento para esta clase de solicitudes. Me levanté, preparé café y me sentí lista para arrancar el día; pero no funcionó, el frío era duro, y dos minutos después estaba de nuevo en la cama.

La sensación de confort reavivó mis ganas. Imaginé las caderas ondulantes de un hombre junto a las mías y sus manos acariciándome. Pensé en sus labios besando mi vientre, sus dedos desnudando mi sexo, su respiración sobre mi cuello. Me excité tanto que extendí mi mano, abrí el cajón de mi buró y saqué a mi adorable amigo fálico con pilas.

Acurrucada entre las sábanas toqué mis pezones, que se irguieron complacidos. Darse placer es algo tan poderoso como satisfactorio. Extasiada, encendí mi vibrador de color naranja y jugué. Su discreto zumbido resonó al borde de mis senos y arqueé la espalda. El aroma de mi sexo colmó mi olfato. Un suspiro suplicante resonó en la habitación; jadeante, excitada.

Bajé lentamente mi vibris hasta el nacimiento del monte de Venus, y ahí dibujé círculos durante algunos minutos.

Mi sexo se preparaba para ser penetrado hasta satisfacer su voraz sensualidad. Guié a mi amante de gel hasta mi clítoris, disfrutando de él un buen rato, sin prisas, durante un momento que me pareció eterno, como si el mundo pudiera detenerse. Escuché mis gemidos y me lo metí bien dentro.

Mi sexo se hinchó apasionado en cuanto aumenté un punto la velocidad del vibrador. Me urgía tenerlo dentro, clavármelo, sentir cómo me penetraba de la forma en que a mí me gusta, cuando a mí me gusta, hasta donde a mí me gusta... Mi sexo líquido! Jadeé hasta correrme como un río.


Me recosté boca arriba, aún agitada. Miré el reloj: eran las 9:45 am; comencé a twitear.



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